
Impacto de la digitalización
Transformación digital para un desarrollo productivo inclusivo y sostenible.
La digitalización está transformando la economía y sociedad al facilitar cambios e innovaciones en los modelos de interacción y comunicación social, de negocios, de producción y de provisión de servicios públicos. Surgen así sociedades y economías digitales que basan cada vez más sus actividades (educación, salud, producción, comercialización, entretenimiento, etc.) en el uso combinado de distintas tecnologías digitales. Es un proceso disruptivo que da lugar a un nuevo sistema digitalmente entrelazado en el que se integran e interactúan esquemas del mundo analógico y del mundo digital, dando lugar a ecosistemas complejos que se encuentran en proceso de adecuación organizativa, institucional y normativa.
La digitalización genera nuevas formas de creación de valor con el potencial de aumentar la productividad, la competitividad y el bienestar y la inclusión social, con mayor sustentabilidad medioambiental. Dicha creación del valor se basa en el conocimiento generado a partir de los datos digitales extraídos de los procesos de producción y consumo por medio de sistemas inteligentes basados en tecnologías digitales avanzadas, tales como la red móvil de quinta generación (5G), la internet de las cosas (Internet of Things, IoT), el cómputo en el borde, los grandes datos, y la inteligencia artificial, la realidad virtual y aumentada, y la robótica cognitiva, entre otras. Esto está gestando una cuarta era industrial, que se caracteriza por la digitalización del conjunto de los sectores de la economía y de actividades del quehacer social.

La digitalización también ha impulsado la masificación del teletrabajo y las modalidades híbridas. Este fenómeno, acelerado por la pandemia de COVID-19, ha trasladado el espacio laboral al hogar, rompiendo las fronteras entre la vida privada y profesional. Aunque representa una oportunidad para mayor flexibilidad y conciliación, el teletrabajo ha evidenciado problemas asociados al exceso de jornada, el aislamiento social, y la falta de una regulación clara sobre el derecho a la desconexión digital. En muchos países, esta realidad ha motivado reformas legales que intentan equilibrar eficiencia productiva con salud mental y bienestar del trabajador.
Otro aspecto relevante es la creciente utilización de herramientas digitales para la gestión del talento humano. La inteligencia artificial ya se emplea en procesos de reclutamiento, evaluación del desempeño y decisiones disciplinarias, lo que introduce un elemento automatizado en ámbitos que tradicionalmente requerían juicio humano. Esta tendencia plantea cuestionamientos sobre la transparencia algorítmica, el derecho a ser informado sobre decisiones automatizadas y la posible reproducción de sesgos discriminatorios, especialmente si no existen mecanismos de control o auditoría ética sobre estos sistemas.
Junto con estas transformaciones, emerge un nuevo modelo de gestión empresarial basado en la vigilancia digital y el control intensivo. Mediante el uso de software de monitoreo, geolocalización, reconocimiento facial o análisis de productividad, las empresas ejercen una supervisión constante sobre sus trabajadores. Este tipo de control, si bien mejora ciertos indicadores de eficiencia, puede vulnerar derechos fundamentales como la privacidad, la dignidad o la libertad personal del trabajador, especialmente en ausencia de normas específicas que regulen estos mecanismos.
Frente a estos desafíos, el Derecho Laboral se encuentra en una encrucijada. Por un lado, debe conservar su función histórica de proteger a la parte débil de la relación laboral; por otro, necesita adaptarse a las nuevas formas de empleo que escapan al esquema binario clásico de empleador-trabajador. Esta transición exige una reforma profunda de los marcos legales vigentes, incorporando nuevas categorías jurídicas, reconociendo derechos laborales en entornos digitales y garantizando una cobertura universal de seguridad social, independientemente de la forma de contratación.